Sus primeros años de vida se desarrollaron en el mundo judío (Palestina) bajo la dominación del Imperio Romano: persecuciones, arrestos, juicios, como también conversiones en masa, múltiples actividades apostólicas y testimonios de vida comunitaria.
La Iglesia la fundó Cristo cuando fue escogiendo a sus apóstoles. El mensaje de los apóstoles no era otro que el que les dejó Jesucristo, pues ellos fueron testigos privilegiados de cuanto hizo y dijo el Hijo de Dios.
Lo mismo que Jesús, esos primeros miembros de la Iglesia son judíos. Los primeros judíos convertidos al cristianismo aparecen como “grupo” dentro del judaísmo. Ellos son los “nazarenos”, por seguir a Jesús de Nazaret. Lo que les caracteriza es el bautismo en el nombre de Jesús, la enseñanza de los apóstoles, la eucaristía y la constitución de comunidades fraternas llenas de caridad.
Sin embargo en el 311, antes de su muerte, el propio Galerio ordenó suspender la persecución y devolver los bienes confiscados a la iglesia cristiana. De hecho, cuando Constantino subió al trono del Imperio Occidental después de la división del Imperio Romano en Oriente y occidente a finales del siglo III, la persecución ya había finalizado.
En el 379 el poder recayó finalmente en Teodosio, cristiano practicante y convencido, quien en el año 380 convocó el primer gran Concilio de Constantinopla, por medio del cual se erradicó definitivamente el arrianismo de los límites del Imperio, y se completó además el Credo de Nicea.
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